MUJER DE CAFÉ
Vi ascender a una mujer de la taza del café,
lo digo bajo la lucidez que me acredita la ignorancia.
Intenté nacer de nuevo en esa taza,
pero mi corazón se bebió el café de un vistazo.
La mujer, poco a poco me reconoció como su único hijo,
su presea por haber pasado enrollada al mundo viviente;
hubiera negado toda razón aquella tarde
de no haber sido por las hormigas que me devoraban el pelo
y un dolor que sólo se siente ante los aparecidos.
Insisto, aún las mujeres de café hablan de mil formas,
y te apaciguan como ninfas del bosque.
Aún ahí los delirios no resultan
y las carcajadas se vuelven ruidos civilizados,
te ordenan toque de queda para despertar de los sueños pasadas las 6.
Quién sabe, serán secretos que los libros te ocultan,
o simples destellos que salen de los focos,
algo debe justificar mi cordura ante las velas,
ellas serán las que juzguen si aquella mujer
ascendió de la taza de café o fui yo quien descendió a la misma.
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